"Una historia de amor y oscuridad"
Los libros siempre han sido algo muy importante para mí, desde la infancia, como ya os contaba el año pasado, en otro post, conmemorativo del Día del Libro. Pero ahora no voy a repetirme relatando las mismas o parecidas experiencias personales en relación al mundo de los libros y su lectura.
Esta vez he optado por daros cuenta de un libro, al que yo llego un poco tarde pero que es el que tengo ahora sobre la pequeña mesa camilla, en el cuarto de estar, junto a mi gastada butaca, para la lectura de sobremesa. Se trata de un libro que, verdaderamente, me está entusiasmando, sobre todo por su belleza literaria, por la cuidada redacción, casi poética en ocasiones, de la mayoría de sus pasajes, descriptos con todo lujo de detalles, tanto en lo referente a las emociones, sentimientos y comportamientos de los personajes que desfilan por el libro, y que constituyen su trama principal, como por los ambientes en que se desenvuelven sus vidas. Y de fondo, una constante, la historia de varias generaciones de judíos: familiares, vecinos y amigos, del autor, además de él mismo, que transcurren paralelamente a la historia de la creación y existencia del Estado de Israel.
Me estoy refiriendo a la novela autobiográfica o biografía novelada, como queramos decir, titulada "Una historia de amor y oscuridad", obra escrita en hebreo por el israelí Amos Oz, en 2002, traducida al español por Raquel García Lozano, y publicada por la Editorial Siruela, primera edición en 2004 y segunda en 2007, que es la yo estoy leyendo.
Ese niño de la portada.
Su destacada y ardiente defensa en aras de la paz, le ha valido, en el año 2004, el Premio Internacional de Cataluña, que otorga la Generalitat Catalana, cada año, a figuras destacadas internacionalmente en diversos ámbitos. Dicho premio se otorgó ese mismo año, además de Amos Oz, al palestino Sari Nusseibeh, filósofo y profesor islámico. Ambos son activistas en pro de los derechos humanos y luchan, con la pluma y con la palabra, para la reconciliación árabe-israelí, por la paz de sus pueblos, la creación del estado palestino y la coexistencia y cooperación de los dos Estados, en buena vecindad: Israel y Palestina.
En el Día del Libro
Como decía, y para conmemorar este Día, he elegido la obra de Amos Oz, "Una historia de amor y oscuridad" porque además de ser la que tengo actualmente como lectura, tiene preciosos párrafos dedicados a los libros, a su contenido, a su ordenación en los estantes de las librerías domésticas, al hecho que supone escribirlos, a los sentimientos que te provocan cuando los lees...
Me permito incluir aquí unos fragmentos al respecto de esto que os digo, aunque ya sabéis que siempre se pierde un poco cuando se sacan del contexto que forman el resto de los párrafos y páginas del libro.
Los libros "hacen" hogar y crean ambiente.
"Lo único abundante en casa eran los libros: había libros de pared a pared, en el pasillo, en la cocina, en la entrada, en los alféizares de las ventanas, en todas partes. Miles de libros en cada rincón de la casa. Se tenía la sensación de que si las personas iban i venían, nacían y morían, los libros eran inmortales. Cuando era pequeño, quería crecer y ser libro. No escritor, sino libro: a las personas se las puede matar como a hormigas. Tampoco es difícil matar a los escritores. Pero un libro, aunque no se elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reykjavik, Valladolid o Vancouver". (Pág. 33)
Los padres, como "modelos" de aprendizaje y estímulo.
..."mi padre tenía una relación sensual con los libros. Le gustaba, escudriñarlos, acariciarlos, olerlos. Le excitaban los libros, no podía contenerse, enseguida les metía mano, incluso a los libros de personas desconocidas. Es cierto que los libros de antes eran mucho más sexy que los de ahora: tenían qué oler y qué acariciar y tocar. Había libros con letras de oro estampadas sobre las aromáticas pastas de piel, algo ásperas al tacto, pero que hacían que te recorriera un escalofrío como cuando se toca algo intimo e inaccesible algo que se estremece y tiembla al contacto de tus dedos. Y había libros que tenían tapas de cartón forradas de tela y pegadas con una cola que tenía un olor asombrosamente sensual. Cada libro tenía un olor propio, secreto y excitante. Algunas veces la tela estaba un poco separada del cartón y se movía como una falda atrevida, era difícil evitar mirar por el espacio oscuro que había entre el cuerpo y la ropa y respirar allí aromas de vértigo". (Pág. 33)
"¿Como se titulaba el primer libro que leí yo solo? Es decir, mi padre me lo leyó muchas veces antes de dormir, hasta que al parecer me lo aprendí de memoria, palabra por palabra, y una vez que mi padre no pudo contármelo, me llevé el libro a la cama y lo recité entero, desde la primera hasta la última palabra, haciendo que leía, imitando a mi padre, pasando la página justo entre esas dos palabras entre las que mi padre pasaba la página todas las noches" (Pág. 341)
"Cuando tenía unos seis años, llegó un gran día para mi: mi padre me hizo un hueco en una de sus vitrinas y me permitió trasladar allí mis libros. (...) Abracé todos mis libros, que hasta entonces habían estado tendidos en una banqueta junto a mi cama, los llevé en brazos a la vitrina de mi padre y los puse de pie, como es debido, de espaldas al mundo exterior y de cara a la pared. Fue toda una ceremonia de iniciación: una persona cuyos libros están de pie ya no es un niño, sino un hombre. Yo ya era como mi padre. Mis libros ya estaban de pie". (pág. 34)
Todo está en los libros. El conocimiento adquirido a través de la letra impresa.
..."Los libros me permitieron conocer tierras de nadie vertiginosas, comarcas de sombras entre lo permitido y lo prohibido, entre lo legítimo y lo excéntrico, entre lo normativo y lo bizarro. Esta lección me ha acompañado todos estos años. Cuando llegó la hora del amor, ya no era un completo principiante..."(pág. 35)
La ardua labor del escritor. La arquitectura de las palabras
"Para escribir una novela de ochenta mil palabras debo tomar algo así como un cuarto de millón de decisiones: no sólo decisiones sobre el boceto de la trama, quién vivirá y quién morirá, quién amará y quién traicionará, quién se hará rico o se volverá loco, cuáles serán los nombres de los personajes, cómo serán sus caras y cuáles sus costumbres y ocupaciones, cómo dividirla en capítulos, cuál será el título del libro (ésas son las decisiones sencillas, las decisiones más burdas); y no sólo cuándo contar y cuándo silenciar, qué va antes y qué va después, qué revelar al detalle y que sólo con alusiones (también ésas son decisiones bastantes burdas), sobre todo se deben tomar miles de decisiones sutiles, como, por ejemplo, si poner ahí, en la tercera frase hacia el final del párrafo, azul o azulado. O celeste. O celeste oscuro. O tal vez azul ceniza. ¿Y poner ese azul ceniza al comienzo de la frase? ¿O mejor que estalle al final de la frase? ¿O en medio? ¿O que sea una frase breve independiente, un punto delante, un punto y una nueva línea detrás? ¿O no? ¿O es mejor que ese azul se sumerja en la arrastradora corriente de una frase compuesta y tortuosa, con muchos miembros y abundantes subordinaciones? o tal vez lo mejor sería escribir sencillamente cuatro palabras, "luz de la tarde", y no teñir esa luz de la tarde de ningún gris azulado ni ningún celeste polvoriento."
Los libros, excelentes amigos.
..."mi madre me dijo que es cierto que los libros pueden cambiar con los años igual que las personas cambian con el tiempo, pero que la diferencia está en que casi todas las personas al final te abandonan a tu suerte, cuando llega un día en que no obtienen de ti ningún provecho o ningún placer o ningún interés o al menos algún buen sentimiento, mientras que los libros jamás te abandonan. Tú los abandonas a ellos a veces, y a algunos incluso los abandonas durante muchos años, o para siempre. Pero ellos, los libros, aunque los hayas traicionado, jamás te dan la espalda: en completo silencio y con humildad te esperan en la estantería. Te esperan incluso decenas de años. No se quejan. Hasta que una noche, cuando de pronto necesitas uno, aunque sea a las tres de la madrugada, aunque sea un libro que has rechazado y casi has borrado de tu mente durante muchos años, no te decepciona y baja de la estantería para estar contigo en ese duro momento. No echa cuentas, no inventa excusas, no se pregunta si le conviene, si te lo mereces y si aún tienes algo que ver con él, sencillamente acude de inmediato cuando se lo pides. Jamás te traiciona."
Hay muchas más citas referentes a los libros, todas hermosas, como son hermosos todos los pasajes y descripciones que de los ambientes y personajes hace el autor de "Una historia de amor y oscuridad". Y tiernos e irónicos, unas veces, y profundos, vitales y sentimentales, otras, son las reflexiones sobre sus propias vivencias infantiles y adultas. Este libro es literatura de la mejor calidad. Os lo recomiendo (lo hay también en edición de bolsillo). A mi me lo facilitaron en el taller de lectura al que asisto semanalmente, pero hoy me lo voy a comprar y regalármelo para celebrar el Día del Libro.
Sumergirse en la historia de un libro, es vivir con sus personajes, participar de sus vidas, entrar en sus casas, sentarse a su mesa, ser presentados a sus familiares, conocer a las personas con las que tienen una experiencia de amor, ser testigos de su intimidad, y penetrar, en silencio, en su corazón para compartir sus emociones y sentimientos.
Leer un libro es vivir una aventura que, necesariamente, no siempre concuerda con la que el autor escribe, pues el lector, con sus propias connotaciones, personalidad, sentimientos y experiencias, elabora y adapta, mentalmente, su propia aventura.
Lo que cuenta el escritor es un punto de partida para el lector, un referente con el que contrastar las propias vivencias.
Espero que "Una historia de amor y oscuridad" suscite (o bien haya suscitado, si ya lo habéis leído) tantas bellas emociones como me ha suscitado a mí. Ya me contaréis.
¿Y habéis ya leído "La Casa de papel" , ese curioso, pequeño y entretenido libro, de Carlos María Domíngez, que recomendé el año pasado, en el que los libros ocupan un destacado e interesante protagonismo? Si no lo habéis hecho os lo recomiendo de nuevo. Se lee de un tirón.
Anexo: 28 de diciembre de 2018
Acabo de enterarme por la radio del fallecimiento de AMOS OZ, uno de mis autores favoritos. Su libro "Una historia de amor y oscuridad", comentado en esta página, ocupa un lugar destacado en mi biblioteca.Incluso ayer mismo recomendé su lectura a a una amiga.
Recordaré siempre al escritor AMOS OZ. ¡Descanse en paz!
Esta vez he optado por daros cuenta de un libro, al que yo llego un poco tarde pero que es el que tengo ahora sobre la pequeña mesa camilla, en el cuarto de estar, junto a mi gastada butaca, para la lectura de sobremesa. Se trata de un libro que, verdaderamente, me está entusiasmando, sobre todo por su belleza literaria, por la cuidada redacción, casi poética en ocasiones, de la mayoría de sus pasajes, descriptos con todo lujo de detalles, tanto en lo referente a las emociones, sentimientos y comportamientos de los personajes que desfilan por el libro, y que constituyen su trama principal, como por los ambientes en que se desenvuelven sus vidas. Y de fondo, una constante, la historia de varias generaciones de judíos: familiares, vecinos y amigos, del autor, además de él mismo, que transcurren paralelamente a la historia de la creación y existencia del Estado de Israel.
Me estoy refiriendo a la novela autobiográfica o biografía novelada, como queramos decir, titulada "Una historia de amor y oscuridad", obra escrita en hebreo por el israelí Amos Oz, en 2002, traducida al español por Raquel García Lozano, y publicada por la Editorial Siruela, primera edición en 2004 y segunda en 2007, que es la yo estoy leyendo.
Ese niño de la portada.
Es Amos Oz, el autor del libro, nacido en 1939 en Jerusalén, fue Premio Israelí de Literatura, en 1998 y Premio Cultural Goethe, en 2005, en Frankfurt (Alemania), por el conjunto de su obra, debido a "su variedad temática y su virtuosidad estilística, que hacen de él uno de los autores contemporáneos más importantes". En España, ha sido Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en el 2007. Y estos no son los únicos premios que ha recibido como escritor.
(Amos Oz. Foto de Wikipedia. Internet)
Su destacada y ardiente defensa en aras de la paz, le ha valido, en el año 2004, el Premio Internacional de Cataluña, que otorga la Generalitat Catalana, cada año, a figuras destacadas internacionalmente en diversos ámbitos. Dicho premio se otorgó ese mismo año, además de Amos Oz, al palestino Sari Nusseibeh, filósofo y profesor islámico. Ambos son activistas en pro de los derechos humanos y luchan, con la pluma y con la palabra, para la reconciliación árabe-israelí, por la paz de sus pueblos, la creación del estado palestino y la coexistencia y cooperación de los dos Estados, en buena vecindad: Israel y Palestina.
En el Día del Libro
Como decía, y para conmemorar este Día, he elegido la obra de Amos Oz, "Una historia de amor y oscuridad" porque además de ser la que tengo actualmente como lectura, tiene preciosos párrafos dedicados a los libros, a su contenido, a su ordenación en los estantes de las librerías domésticas, al hecho que supone escribirlos, a los sentimientos que te provocan cuando los lees...
Me permito incluir aquí unos fragmentos al respecto de esto que os digo, aunque ya sabéis que siempre se pierde un poco cuando se sacan del contexto que forman el resto de los párrafos y páginas del libro.
Los libros "hacen" hogar y crean ambiente.
"Lo único abundante en casa eran los libros: había libros de pared a pared, en el pasillo, en la cocina, en la entrada, en los alféizares de las ventanas, en todas partes. Miles de libros en cada rincón de la casa. Se tenía la sensación de que si las personas iban i venían, nacían y morían, los libros eran inmortales. Cuando era pequeño, quería crecer y ser libro. No escritor, sino libro: a las personas se las puede matar como a hormigas. Tampoco es difícil matar a los escritores. Pero un libro, aunque no se elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reykjavik, Valladolid o Vancouver". (Pág. 33)
Los padres, como "modelos" de aprendizaje y estímulo.
..."mi padre tenía una relación sensual con los libros. Le gustaba, escudriñarlos, acariciarlos, olerlos. Le excitaban los libros, no podía contenerse, enseguida les metía mano, incluso a los libros de personas desconocidas. Es cierto que los libros de antes eran mucho más sexy que los de ahora: tenían qué oler y qué acariciar y tocar. Había libros con letras de oro estampadas sobre las aromáticas pastas de piel, algo ásperas al tacto, pero que hacían que te recorriera un escalofrío como cuando se toca algo intimo e inaccesible algo que se estremece y tiembla al contacto de tus dedos. Y había libros que tenían tapas de cartón forradas de tela y pegadas con una cola que tenía un olor asombrosamente sensual. Cada libro tenía un olor propio, secreto y excitante. Algunas veces la tela estaba un poco separada del cartón y se movía como una falda atrevida, era difícil evitar mirar por el espacio oscuro que había entre el cuerpo y la ropa y respirar allí aromas de vértigo". (Pág. 33)
"¿Como se titulaba el primer libro que leí yo solo? Es decir, mi padre me lo leyó muchas veces antes de dormir, hasta que al parecer me lo aprendí de memoria, palabra por palabra, y una vez que mi padre no pudo contármelo, me llevé el libro a la cama y lo recité entero, desde la primera hasta la última palabra, haciendo que leía, imitando a mi padre, pasando la página justo entre esas dos palabras entre las que mi padre pasaba la página todas las noches" (Pág. 341)
"Cuando tenía unos seis años, llegó un gran día para mi: mi padre me hizo un hueco en una de sus vitrinas y me permitió trasladar allí mis libros. (...) Abracé todos mis libros, que hasta entonces habían estado tendidos en una banqueta junto a mi cama, los llevé en brazos a la vitrina de mi padre y los puse de pie, como es debido, de espaldas al mundo exterior y de cara a la pared. Fue toda una ceremonia de iniciación: una persona cuyos libros están de pie ya no es un niño, sino un hombre. Yo ya era como mi padre. Mis libros ya estaban de pie". (pág. 34)
Todo está en los libros. El conocimiento adquirido a través de la letra impresa.
..."Los libros me permitieron conocer tierras de nadie vertiginosas, comarcas de sombras entre lo permitido y lo prohibido, entre lo legítimo y lo excéntrico, entre lo normativo y lo bizarro. Esta lección me ha acompañado todos estos años. Cuando llegó la hora del amor, ya no era un completo principiante..."(pág. 35)
La ardua labor del escritor. La arquitectura de las palabras
"Para escribir una novela de ochenta mil palabras debo tomar algo así como un cuarto de millón de decisiones: no sólo decisiones sobre el boceto de la trama, quién vivirá y quién morirá, quién amará y quién traicionará, quién se hará rico o se volverá loco, cuáles serán los nombres de los personajes, cómo serán sus caras y cuáles sus costumbres y ocupaciones, cómo dividirla en capítulos, cuál será el título del libro (ésas son las decisiones sencillas, las decisiones más burdas); y no sólo cuándo contar y cuándo silenciar, qué va antes y qué va después, qué revelar al detalle y que sólo con alusiones (también ésas son decisiones bastantes burdas), sobre todo se deben tomar miles de decisiones sutiles, como, por ejemplo, si poner ahí, en la tercera frase hacia el final del párrafo, azul o azulado. O celeste. O celeste oscuro. O tal vez azul ceniza. ¿Y poner ese azul ceniza al comienzo de la frase? ¿O mejor que estalle al final de la frase? ¿O en medio? ¿O que sea una frase breve independiente, un punto delante, un punto y una nueva línea detrás? ¿O no? ¿O es mejor que ese azul se sumerja en la arrastradora corriente de una frase compuesta y tortuosa, con muchos miembros y abundantes subordinaciones? o tal vez lo mejor sería escribir sencillamente cuatro palabras, "luz de la tarde", y no teñir esa luz de la tarde de ningún gris azulado ni ningún celeste polvoriento."
Los libros, excelentes amigos.
..."mi madre me dijo que es cierto que los libros pueden cambiar con los años igual que las personas cambian con el tiempo, pero que la diferencia está en que casi todas las personas al final te abandonan a tu suerte, cuando llega un día en que no obtienen de ti ningún provecho o ningún placer o ningún interés o al menos algún buen sentimiento, mientras que los libros jamás te abandonan. Tú los abandonas a ellos a veces, y a algunos incluso los abandonas durante muchos años, o para siempre. Pero ellos, los libros, aunque los hayas traicionado, jamás te dan la espalda: en completo silencio y con humildad te esperan en la estantería. Te esperan incluso decenas de años. No se quejan. Hasta que una noche, cuando de pronto necesitas uno, aunque sea a las tres de la madrugada, aunque sea un libro que has rechazado y casi has borrado de tu mente durante muchos años, no te decepciona y baja de la estantería para estar contigo en ese duro momento. No echa cuentas, no inventa excusas, no se pregunta si le conviene, si te lo mereces y si aún tienes algo que ver con él, sencillamente acude de inmediato cuando se lo pides. Jamás te traiciona."
Hay muchas más citas referentes a los libros, todas hermosas, como son hermosos todos los pasajes y descripciones que de los ambientes y personajes hace el autor de "Una historia de amor y oscuridad". Y tiernos e irónicos, unas veces, y profundos, vitales y sentimentales, otras, son las reflexiones sobre sus propias vivencias infantiles y adultas. Este libro es literatura de la mejor calidad. Os lo recomiendo (lo hay también en edición de bolsillo). A mi me lo facilitaron en el taller de lectura al que asisto semanalmente, pero hoy me lo voy a comprar y regalármelo para celebrar el Día del Libro.
Sumergirse en la historia de un libro, es vivir con sus personajes, participar de sus vidas, entrar en sus casas, sentarse a su mesa, ser presentados a sus familiares, conocer a las personas con las que tienen una experiencia de amor, ser testigos de su intimidad, y penetrar, en silencio, en su corazón para compartir sus emociones y sentimientos.
Leer un libro es vivir una aventura que, necesariamente, no siempre concuerda con la que el autor escribe, pues el lector, con sus propias connotaciones, personalidad, sentimientos y experiencias, elabora y adapta, mentalmente, su propia aventura.
Lo que cuenta el escritor es un punto de partida para el lector, un referente con el que contrastar las propias vivencias.
Espero que "Una historia de amor y oscuridad" suscite (o bien haya suscitado, si ya lo habéis leído) tantas bellas emociones como me ha suscitado a mí. Ya me contaréis.
* * *
¿Y habéis ya leído "La Casa de papel" , ese curioso, pequeño y entretenido libro, de Carlos María Domíngez, que recomendé el año pasado, en el que los libros ocupan un destacado e interesante protagonismo? Si no lo habéis hecho os lo recomiendo de nuevo. Se lee de un tirón.
* * *
Acabo de enterarme por la radio del fallecimiento de AMOS OZ, uno de mis autores favoritos. Su libro "Una historia de amor y oscuridad", comentado en esta página, ocupa un lugar destacado en mi biblioteca.Incluso ayer mismo recomendé su lectura a a una amiga.
Recordaré siempre al escritor AMOS OZ. ¡Descanse en paz!