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Plaza de María Pita. Coruña

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23 de abril de 2010

Leer, por prescripción facultaiva.


Día Interna
cional del Libro.



Leer y escribir, escribir y leer, son dos aspectos de una misma realidad, la comunicación. a través de la palabra signada, independientemente de los variados soportes que la vienen sustentando a lo largo de la historia.

El soporte material de la palabra se adapta a los tiempos y a los avances científicos, porque el saber, la ciencia. el conocimiento, el pensamiento -todo ello no exento del sentimiento y de las pasiones que acompañan la creación humana- necesitan fluir, expandirse, conformando el acervo cultural que se transmite entre las distintas generaciones y entre los diferentes pueblos. ¡Que sería de nosotros sin los libros! ¡Sin los instrumentos (en cualquier modalidad) del conocimiento, de la comunicación!... Sabemos que hay otros medios, además de la palabra impresa para comunicarse, pero ésta, transciende, permanece.

Hoy, Día del Libro, ha sido para mi una buena ocasión para revisar el estado de mi salud, en relación con la palabra, con la lectura, en soporte papel. 

Por ello, me fui por la mañana temprano a los Cantones de Coruña, donde algunos libreros han abierto casetas, aunque acuden en menor número que cuando es la Feria del Libro del verano. El Ayuntamiento instaló, junto a las casetas, un consultorio de lectura, donde, en plan simpático por supuesto, hacen diagnóstico y prescripciones sobre el tipo de lecturas adecuadas a cada paciente, y en las dosis convenientes.
















Esta fue la receta que me extendió mi "bibliotecaria de cabecera".



La receta está en gallego, claro, y es que mis dolencias están en relación a mi lengua materna, que, tristemente, no me fue enseñada en la infancia. Ni en mi entorno familiar, ni en el colegio ni en mi ciudad, departamental y militar, en la que nací y viví, se hablaba el gallego. 

En mis años juveniles el principal contacto con el gallego escrito me lo proporcionó una amiga poeta, Xohana Torres, cuyo primer libro de poemas en gallego, "Do Sulco" vio la luz en 1957, editado por Galaxia. Xohana me introdujo en la literatura gallega de los clásicos y me animaba a que estudiase y escribiese en nuestra lengua, pero no pasé de la lectura. Ella se fue a vivir a Vigo, yo a estudiar en Santiago y luego a trabajar lejos de Galicia... Pero bueno, no hay disculpa, de siempre arrastro esta deuda pendiente conmigo misma, esta dolencia que como otras muchas que tengo, no abordo de raíz.

Estos días leyendo la prensa local tuve ocasión de obtener datos estadísticos sobre el uso del gallego en Galicia, y resulta doloroso comprobar que solamente el 5% de los gallegos, manifiestan leer habitualmente en su lengua. Yo ni siquiera estoy entre ese ese cinco por ciento, porque aunque leo gallego no lo hago con asiduidad. De eso me fui a lamentar ante la "bibliotecaria de cabecera". Ahora voy a seguir sus "prescripciones".

Como mínimo voy a leer cada día media hora en la lengua de Rosalía. Y para el otoño próximo (éste tengo ya el calendario cubierto) iré a clase de gallego y a un taller de lectura en este idioma, que ahora han empezado a organizarse en algunas bibliotecas públicas.














Con mi receta en el bolso, hice un paseo,  aunque hacía algo de niebla y el tiempo no animaba mucho, parándome en las casetas de libros y en las librerías que tenían ofertas de libros expuestos en la calle. Compré cuatro libros y también -a falta de quien me la regalase- una rosa, para festejar el San Jordi, a cuya celebración me acostumbró un antiguo amigo catalán. Una fiesta bonita que combina galantería y cultura.

















Dos de los libros que me compré -los otros son para regalar- ya los había leido hace unas semanas pero me interesa tenerlos. Son éstos.


*- Uno es "Festina Lente", de Marcos Calveiro, escrito en gallego por un autor, desconocido para mi hace unos meses, y que considero un auténtico
descubrimiento. Versa, en sencillo resumen, sobre la vida de un encuadernador, instalado en Santiago de Compostela a mediados del siglo XVII. Su destacado nivel artesanal en el tratamiento de la encuadernación, restauración y dorado de libros y códices le relaciona con el Cabildo catedralicio, y con miembros, inquisidores, del Santo Oficio; con peregrinos y nobles de la época, y también con prestigiosos maestros pertenecientes al gremio de la cantería y de la construcción de iglesias y catedrales, que celosamente guardaban las claves de su saber en un códice secreto, que es el desencadenante de la intrigante trama de la obra.

Destaca en este libro, la ambientación detallada y muy documentada (se nota que hay un gran trabajo de investigación previa), tanto de la ciudad compostelana como de otras ciudades y pueblos gallegos, tal como eran en la época, del quehacer de sus gentes, sus costumbres, sus oficios...

Y me gusta también el gallego que utiliza, muy difícil para mi en esta obra por su nivel culto. A pesar de no entender muchas palabras, consiguió que me dejara llevar por el ritmo y la musicalidad de las palabras. Tiene una forma de narrar y un vocabulario que cautiva.

Lo compré por eso, porque me gusta y porque quiero leerlo despacio, recreándome en la palabra, aprendiendo... "Festina lente". Ir despacio para llegar más lejos. Leerlo despacio para saborearlo mejor. No tener prisa.



*-El otro libro es "La cocina de la escritura", de Daniel Cassany (catalán).
Es un libro que me recomendaron en el taller de escritura al que estoy asistiendo y que me prestó la profesora. Como lo he encontrado útil e interesante, además de bastante pedagógico, por intercalar ejercicios prácticos en el texto, también me lo compré  para repasarlo todas las veces que me haga falta, pues siempre tengo dudas. Y tener un buen libro en estos temas es como tener al profesor en casa.


Ahora me voy corriendo para participar en una manifestación en pro de la lectura, que se celebra esta tarde en la Ciudad, reuniéndose el público a leer en frente del obelisco, situado en la zona del centro y de los cantones, para hacer verdad el lema de esta campaña del Día del Libro:

" Coruña, la ciudad que lee".


Me voy a leer...




2 de abril de 2010

CAMARIÑAS (Costa da Morte). Encajes de bolillos.
















Camariñas, puerto pesquero de la gallega y mítica "Costa da Morte".


Encontramos muchos motivos para visitar los pueblos y lugares de esta zona de la costa atlántica, conocida como Costa de la Muerte o "Costa da Morte".

Todo lo que esta Costa tiene de sobrecogedora y amenazante, con enormes acantilados rocosos batidos por bravas olas, en los grises días y oscuras noches, cuando irrumpen feroces los temporales y vientos huracanados, lo tiene también de serena belleza, de limpias aguas, que se deshacen en suave espuma al besar la orilla de sus numerosas y atractivas playas, cuando las tempestades amainan y dan tregua a los hombres del mar, llenando de vida sus barcos con abundante pesca, y de paz y regocijo los tranquilos puertos.

Los gallegos amamos y veneramos estas costas, tan bravas y salvajes, como plácidas y hermosas. Parte del alma gallega se ha curtido en estos mares, y parte del alma gallega se deshace, como la blanca espuma de las olas, en "agarimosos" (cariñosos, mimosos, con ternura...) sentimientos.

Hoy, día tranquilo, vamos a dar un pequeño paseo por el puerto y dejo para otra ocasión más lugares del municipio y una visita al Cabo Vilán, donde azotan los vientos y el océano se muestra en todo su esplendor.

Cuando visito algún lugar me gusta recordar mis primeros descubrimientos sobre el mismo, si antes estuve allí, así que repasando fotos antiguas encontré una mía, de 1978, sentada en el viejo muelle de Camariñas. Pero la primera vez que visité esta villa, fue en 1974, un mes de septiembre, en un viaje inolvidable, en mi "600" y acompañada de mi madre. Juntas recorrimos algunos municipios de la zona: Vimianzo, Laxe, Camariñas, Malpica, Muxia, Finisterre, Corcubión, Carnota... Visitábamos los faros, los dólmenes, las ermitas, los hórreos, los cruceros, y quedé maravillada por lo que entonces era para mí una inexplorada Costa da Morte, prácticamente sin turismo ni infraestructuras adecuadas, pero con la sencilla cobertura de modestas fondas, pensiones o casas de comidas, que casi siempre coincidían con la tienda o el bar del pueblo. Hablábamos con la gente, visitábamos las subastas de pescado, las tascas de marineros, los lugares de trabajos artesanales, degustábamos toda clase de pescados y mariscos... No teníamos prisa, todo era apacible. Siento no tener personalmente documentos gráficos de entonces pero todo quedó fijado en mi memoria con valor de fantásticamente irrepetible.

El municipio de Camariñas, de 52 kilómetros cuadrados de superficie y alrededor de 6.200 habitantes, comprende cuatro parroquias (conjuntos de varios lugares y aldeas): Camariñas, Camelle, Ponte do Porto y Xaviña. La villa y puerto pesquero de Camariñas dista 90 kilómetros de Coruña y 82 de Santiago de Compostela.

La vida de la villa de Camariñas no difiere mucho de la de otras villas marineras de la Costa da Morte. Una vida dura y arriesgada, aunque cada vez la preparación de los hombres del mar es mayor y los barcos van dotados de mejores medios de seguridad y salvamento. Antiguamente, era habitual ver a muchas mujeres de esta parte del litoral gallego vestidas de negro, guardando largos periodos de luto, pues era tristemente frecuente, haber perdido marido, padre, hijo o hermano, en alguno de los naufragios que, en los temporales de cada duro invierno, el mar se encargaba de cobrar. Era el mismo mar que les daba de comer.

Los hombres de toda a "Costa da Morte" vivieron siempre enfrentados al mar. Nadie conoce mejor que ellos el oficio de pescar y navegar, contra viento y marea. Siempre he sentido una profunda admiración por ellos. Son fuertes y tienen la sabiduría propia de los hombres, que en cualquier latitud y en cualquier elemento, se enfrentan con las hostilidades de la naturaleza.


  
Así eramos Camariñas y yo en 1978


Así somos Camariñas y yo en la actualidad (Ella mejora, yo pierdo; bueno, según se mire también yo gano, pero años y kilos, ja, ja... La verdad es que no me importa seguir ganando años. ¡Ojalá gane muchos más!).  Estas fotos son del verano de 2009.




Un paseo por el puerto.

















Como corresponde a un día festivo, todo está en calma, los barcos atracados, las redes y las nasas de pesca recogidas y preparadas para ser utilizadas en las siguientes operaciones de captura de pulpos y crustáceos...





Volvemos al centro de la villa para comer en uno de sus estupendos restaurantes una comida típica con pescados y mariscos; y no cito el nombre por aquello de no hacer publicidad discriminatoria. Por la tarde esta prevista la visita al Museo del Encaje ("encaixe" en gallego).


"Encaixes" de Camariñas

Los encajes de bolillos, se conocen en toda Galicia, y en muchos lugares del mundo, como encajes de Camariñas, por ser las mujeres de esta villa las que han conseguido hacer perdurar la fama de los finos encajes que vienen realizando desde hace siglos. La tradición se mantiene y consolida transmitiéndose de madres a hijas y de maestras a discípulas. Actualmente funcionan también escuelas-taller  ("obradoiros", en gallego).

En Camariñas y por los municipios de la zona se conoce a estas mujeres como "palilleiras" por el manejo de los "palillos" -que no son otra cosa que los denominados bolillos en castellano-. Se conocen como "Palilladas", las reuniones de mujeres, en la casa de alguna de ellas o en un local común para hacer el encaje, valiéndose de las típicas almohadas rígidas que apoyan en las rodillas, en la que reposan las guías o "picados", con el dibujo del encaje, sobre el que van cruzando, entrecruzando y anudando los finos hilos que portan los bolillos, y que, en puntos críticos, sujetan con alfileres para evitar retrocesos en el trabajo ya realizado. Siempre fue típico, al visitar Camariñas, ver a las  "palilleiras" a la puerta de su casa, en el balcón o en la plaza, solas o en grupo, realizando el encaje mientras se acompañan del sonido rítmico y vertiginoso (según la destreza y complejidad de la pieza) del choque de los "palillos".


Antes de visitar la villa de Camariñas a principios de los años setenta, conocía ya desde mi infancia su existencia, precisamente por los encajes, que denominábamos también puntillas (aunque éstas son las que se venden por metro, una variante del encaje). En Ferrol, y en la casa de mi abuela materna, se reunían mi madre y mis tías (las dos más jóvenes todavía solteras) cuando venía Ramón "el puntillero", un hombre sencillo y parlanchín, equipado con dos grandes cestos con forma de maleta, el los que transportaba, primorosamente colocadas, numerosas puntillas, además de pañuelos, mantillas, y paños de encaje, para los ajuares del hogar. Venia una vez al año, a ofrecer las primorosas puntillas y labores de encaje realizadas por mujeres de Camariñas; Ramón, era una especie de viajante-vendedor, de una época, en la que nadie tenia coche particular, desde una villa incomunicada por tren y solamente como mucho con algún rudimentario coche de línea de tarde en tarde con la ciudad de Santiago, y desde allí con el resto de Galicia.

Encargadas a este viajero Ramón, mis tías más jóvenes conservan en sus ajuares, sendas colchas, hechas completamente de encaje y confeccionadas con hilo de alta calidad, en color crudo, y que ya entonces fueron muy caras, por tratarse de un encargo especial en calidad y tamaño. Posiblemente hoy podrían interesar al Museo del Encaje, pues nunca he visto algo así, de tal belleza, en ninguna exposición.

Conservo de esa época, dos o tres cosillas del ajuar de mi madre, unos paños de hilo con puntillas, del armario en que guardaba la ropa blanca, un juego de cama de fino algodón, bordado a mano y con puntillas, y una toalla de lino con encaje y vainicas, que lleva bordadas sus iniciales. Aunque son cosas muy modestas conservan para mí un gran valor y disfruto usándolas.



















Están son las piezas que conservo del ajuar de mi madre.
Aunque tienen muchos años de uso, guardan su belleza.

Visita al Museo













Sencillo monumento a las "palilleiras" , en Camariñas, delante del Museo.


Del interior del museo, y entre varias fotos antiguas, me gustó ésta, datada en 1914, con una encantadoras niñas, algunas luciendo preciosos cuellos de encaje en sus vestidos, pertenecientes a la "Escola de Palilleiras". La foto ha sido cedida al museo por María Luz González Soto.



















Expositores de muestras antiguas y tradicionales de puntillas y entredoses de encaje de Camariñas.


 
Una de las muchas piezas que se exponen en el museo.

El encaje de Camariñas se clasifica dentro del estilo denominado de "guipur", por predominar en sus diseños los puntos de guipur (semejantes a zurcidos). En España, además de en Camariñas, tienen fama también este tipo de trabajos en Almagro (Castilla-La Mancha).


Los orígenes del trabajo de estos encajes, tanto en Camariñas como todo a lo largo del litoral gallego, no están muy claros aunque hay indicios de su existencia desde los siglos XVI, coincidiendo con la expansión del encaje por el occidente europeo. El comercio y las relaciones con Venecia y Flandes parecen haber sido uno de los principales motivos de su llegada a Galicia. Se cree también que el Camino de Santiago trajo influencias de expansión europea hasta nuestras costas, ya que el camino se continuaba, con frecuencia, hasta las villas de la "Costa da Morte", principalmente de Muxia y Finisterre.


Por otro lado, la abundancia en Galicia por aquellos siglos del cultivo del lino, favorecía el comercio con otros países europeos para el comercio de telas y encajes, que en el siglo XVIII, se desarrolló con el reinado de los Austrias y, posteriormente, de los Borbones. Existe documentación de relaciones comerciales sobre este tipo de encajes, desde Galicia para países americanos vinculados primero (siglo XVIII) con el colonialismo español, y posteriormente (siglo XIX) con la emigración, principalmente con Argentina y Cuba.

La desaparición paulatina del cultivo del lino en Galicia, y la competencia y expansión comercial de encajes hechos en Cataluña fueron mermando la existencia de las "palilleiras" gallegas que, por otra parte, se fueron incorporando poco a poco a las fábricas conserveras de pescado y a otros puestos de trabajo, además de sumarse a la emigración masculina.
 
Camariñas ha logrado conservan la tradición del encaje, desaparecida en otros puntos del litoral gallego, apoyada ahora por programas europeos y de la administración autonómica, con la creación de un Museo local y la organización anual de una "Mostra do Encaixe", que se celebra en estas fechas de Semana Santa. Esta Muestra está conectada con el mundo de la moda y del diseño y durante la misma pueden verse interesantes desfiles y propuestas.

En el municipio de Vimianzo, también de esta área geográfica, celebran una exposición artesanal, y, entre otras tareas, realizan demostraciones de confección de encajes de bolillos, que es también interesante visitar.


Comercialización.

Al salir del Museo, y en su entorno, podemos encontrar tiendas regentadas por "palilleiras" en las que admirar sus trabajos y adquirir algún bello producto salido de sus hábiles manos.

También comercializan sus productos en muchas de las ferias artesanales que se establecen por Galicia en los días estivales.

























Y para terminar, unos versos extraídos de una canción popular.

Eu nacín en Camariñas,                                 Nací en Camariñas
unha vila mariñeira,                                       una villa marinera
onde teño os meus amores                             donde tengo mis amores
cunha nena palilleira.                                      con una joven palillera

En Galicia les llaman "palilleiras" a las mujeres que hacen el encaje de bolillos o "palillos"

Vídeo con más fotos y música sobre esta página.



Y además, un vídeo con Luz Casal cantando la muiñeira de Camariñas