De vivos y muertos, presentes y ausentes, lejanos y próximos...
¡De seres queridos!
Llevo un par de meses con el propósito de escribir esta página después de que el pasado verano falleciesen tres miembros de mi familia, representantes de tres generaciones: una hermana de mi madre, la queridísima tía Rosa de quien, además de otras muchas cosas entrañables, aprendimos ricas recetas, un primo, Juan Manuel, profesional de la enseñanza, persona paciente y discreta, y la hija de un primo, Merceditas, todo juventud, simpatía y belleza. Añadido a las pérdidas familiares, supe también del fallecimiento de una íntima amiga, Carmen, con la que compartí agradables tiempos de juventud en Ferrol y Madrid. Esto me llevo a valorar, una vez más, lo que representa el apoyo y afecto prodigado por los que todavía permanecen en nuestro entorno, intentando paliar y compensar, en la medida de lo posible, el vacío dejado por los que ya se han ido para siempre.
La RED que nos sostiene está formada por los amores, afectos, ternura, abrazos, atenciones, gestos y palabras amables..., que nos prodigan familiares, amigos, compañeros, vecinos, conocidos..., sirviéndonos de soporte en la vida y de ayuda para mantenernos a salvo ante los vaivenes emocionales, provocados por la tristeza y el dolor, que amenazan nuestra estabilidad, en mayor o menor grado, cuando sufrimos la pérdida de seres queridos.
Con motivo de la festividad de Difuntos, celebrada días pasados, estuve un par de tardes sumida en recuerdos, repasando fotos familiares, huella y testimonio de días felices, compartidos con abuelos, padres, tíos, primos..., reviviendo acontecimientos y relaciones que conformaron mi personalidad infantil y juvenil, que la llenaron de amor, de afecto, de ternura, de alegría, de valores morales y de solidaridad, fruto del hábito de compartir y de primar el grupo sobre lo individual. Mi vida quedó marcada, favorablemente, con estas primeras experiencias. Por suerte vivíamos varios familiares, tíos y primos, en edificios y pisos contiguos, compartiendo todos, casi a diario, el amplio espacio y acogida de la casa de mis abuelos maternos. Ellos tuvieron doce hijos, seis chicos y seis chicas, entre ellas mi madre. Todos se llevaban bien y el círculo se ampliaba incluso con vecinos y amistades, participantes entusiastas de nuestras fiestas y reuniones familiares.
Entre las fotos, encontré también la de mis compañeros de colegio. Mi primera experiencia con las letras y los números fue un acontecimiento extraordinario, alegre, entre muchos niños y niñas (iba a un colegio mixto), de los que aún conservo excelentes amistades y recuerdos. Igualmente mantengo amistad, aunque nos veamos poco, con compañeras de estudios secundarios y también de las que lo fueron en la universidad compostelana.
Mis experiencias laboral y profesional, desarrolladas en varias empresas y entidades, así como en diversas ciudades, me brindaron oportunidad de conocer y tratar a personas estupendas, algunas de otros países y continentes, de las que aprendí mucho, ampliando mi visión del mundo y de las cosas. Siento que de muchas de ellas he perdido el contacto. Ahora, gracias a Internet, RED DIGITAL, sus hilos invisibles nos permiten salvar distancias, incluso continentales, en las relaciones de amistad o familiares, a la vez que nos ayuda a conservar afectos e intercambio. Internet me permitió recuperar amistades de hace más de 35 años, como por ejemplo varias compañeras que participaron conmigo en un Fulbright, Program procedentes de diferentes continentes, y que conocí en Estados Unidos.
URDIMBRE y TRAMA AFECTIVAS.
Toda la red de relaciones que establecimos, y seguimos estableciendo, a lo largo de la vida, han conformado nuestra personalidad y nuestro mundo interior. Todos los que han pasado por ella, familia, profesores, amigos, compañeros, vecinos, conocidos, desconocidos con los que nos cruzamos, al viajar y transitar por distintos lugares, nuestros coetáneos y contemporáneos, unos con más intensidad que otros, todos han dejado una impronta, una huella, una idea, un sentimiento, una emoción, un color, una motivación, un ideal... Con todo ese material de relaciones hemos fabricado, sobre nuestra elemental y primitiva URDIMBRE la TRAMA de nuestros sueños y nuestras metas. Son muchas las personas que han contribuido a nuestros éxitos y sostenimiento.
El tejido que caracteriza nuestra vida, se apoya en esa UMDIMBRE (hilos longitudinales sobre los que se tensa y estructura el telar) básica, proveniente de la herencia familiar y del aporte de los grupos esenciales de socialización. Sobre ella se han entrecruzado los hilos de la TRAMA, dando lugar al tejido definitivo y personal, al que contribuyen todas los demás grupos y relaciones mantenidas a lo largo de nuestra experiencia vital, aportando textura, color, calidad y los matices que nos distinguen.
Cuando en la urdimbre se producen pérdidas, vacíos, huecos, rasguños, deterioros, hace falta reforzar, reparar y unir, los hilos que quedan, para seguir tensando la base del telar y que nuestro particular y personal tejido no se pierda por falta de restauración: es necesario amor, afecto, apoyo...¡refuerzo!
Esto que vale para la vida particular e individual, vale también para la vida familiar y de grupos de relación. Donde haya pérdidas, haya refuerzo. Donde haya soledad y vacío, haya amor, ternura, compañía, solidaridad.
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