El
coronavirus y la enfermedad covid-19 nos están robando la primavera.
Vivimos
confinados en casa como si se tratase del más crudo e
intempestivo invierno, sin que sirva de nada que la estación
primaveral esté avalada por el calendario. Es como si nos hubiera
invadido un tsunami.
Las
calles están desiertas, grises, pues la ausencia de coches y
peatones hace que predomine el color
del asfalto y el cemento. A penas hay días de cielo azul y con sol, abundan las nubes bajas, la niebla… Hoy incluso llueve a y las
gotas de agua resbalan por los cristales cual lágrimas inútiles.
Para colmo hace calor, de tal manera que además de estar en
casa confinados estamos también “confitados” sin que las playas
de Coruña ni su puerto nos sean asequibles para pasear.
La ore-primavera que tuvimos en febrero y que me llenó de alegría, se
ha esfumado. Los gorriones que trinaban en los árboles de
mi calle están “mudos”, quizás anden desorientados buscando
`parques con niños, alegría de público, cafeterías de
bulliciosas terrazas, jardines y plazas con amables jubilaos que les brinden migas de pan…
Dos
pequeñas notas de color recuerdan en mi entorno que la
primavera sigue su curso; el rosa, discreto, pero
hermoso, de las orquídeas de mi ventana, y, un color entre calabaza y mostaza, de un traje de mujer (chaqueta y pantalón)¡, en el escaparate de “ZARA”, que ha sido
renovado a pesar de estar cerrado el comercio.¡Un detalle!
Y
un color extra, coral rojo, a juego con mi
jersey, para salir a la ventana y aplaudir
(son las 8 de la tarde) a todo el personal sanitario que lucha para
defendernos de esta pandemia vírica que nos amenaza de muerte y que
ya se ha llevado a demasiadas victimas, entre ellas personas muy queridas.
Detras
de esta triste primavera habrá otras estaciones, y ¡mas
primaveras!
¡¡¡RESISTIREMOS!!!.
Deseo que os encontréis bien. Un abrazo.
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Este post es continuación del anterior. Ver enlace.